Los motivos por lo que una persona comparte su vida con un perro son muchos y muy variados pero, en la mayor parte de los casos, no incluyen su reproducción. Para estas personas, entonces, la idea de esterilizar o castrar a su perro siempre ronda su mente, en ocasiones contaminada por mitos y leyendas que no se corresponden con la realidad.
En el mundo actual en el que hay un número elevadísimo de animales abandonados, que sobreviven penosamente en las calles, la castración de las mascotas es una buena idea que, además, aporta grandes beneficios a nuestro compañero, aumenta su longevidad y mejora su calidad de vida.
La causa por la que el concepto de castración repele a algunos dueños es que éstos ven a su perro como un humano y proyectan en él sus sentimientos.
Antropomorfizar a un animal es un grave error: los perros no sienten como nosotros y no presentan, por supuesto, las mismas necesidades. Por ejemplo, el disfrute sexual es algo puramente humano, los perros sólo mantienen relaciones sexuales para conseguir la perpetuación de la especie y la constatación de que ésta afirmación es cierta está en el hecho de que las hembras aceptan la monta únicamente durante el celo y reaccionan a ella de forma incluso agresiva durante el resto del tiempo.
La castración de un animal no cambia su temperamento, vitalidad, inteligencia o forma de relacionarse. Se trata simplemente de una operación quirúrgica, realizada por un veterinario bajo anestesia general, que elimina el celo, los comportamientos asociados a cambios hormonales y evita su reproducción de forma eficaz y definitiva. Además, la extirpación de las gónadas resultará altamente beneficiosa para su salud reduciendo la incidencia de cáncer y enfermedades infecciosas.
La esterilización, por su parte, sólo evita la reproducción, sin erradicar el celo, y por tanto no resulta muy recomendable: los perros seguirán teniendo altibajos hormonales y, por tanto, pueden sufrir ansiedad, embarazos psicológicos y no reducirán su riesgo de sufrir enfermedades del sistema reproductor. Para los animales, la castración es la mejor opción.
Veamos pormenorizadamente qué cambios supone la castración en machos y hembras por separado:
HEMBRAS
La castración en las hembras supone la realización de una ovariohisterectomía, es decir, la extirpación de ovarios y útero.
Tradicionalmente se ha realizado después de la madurez sexual, a los 6 u 8 meses de vida. No obstante, una vez que el cachorro es suficientemente maduro para soportar la anestesia y la cirugía, cuanto antes se realice más beneficio se obtiene: la recuperación es más sencilla y la prevención de enfermedades más eficaz.
Con esta operación se evita el celo de la hembra, y las incomodidades asociadas a éste y se reduce la incidencia de piometra –infección bacteriana del útero-, neoplasias uterinas u ováricas, tumores en la mama o el ovario, hiperplasia vaginal y embarazo psicológico.
La únicas desventajas que pueden presentarse son las complicaciones asociadas en la cirugía. Si nos ponemos en manos de un buen profesional, la operación no es compleja y no tienen por qué presentarse.
MACHOS
En los machos se realiza una orquiectomía, una retirada de ambos testículos.
Además de controlar la reproducción indiscriminada del macho conseguiremos erradicar algunos comportamientos propios de las subidas hormonales: escapadas, peleas, agresividad o ansiedad. En este caso también se previenen ciertas enfermedades como son neoplasia testicular, orquitis –inflamación de los testículos-, hiperplasia prostática o adenoma perineal.
La intervención quirúrgica es sencilla y sus beneficios son, como vemos, numerosos.