Consejos sobre el apareamientoEl apareamiento Si el lector usa los servicios de un macho profesional, entonces no tendrá que intervenir en el apareamiento. El criador se encargará de que la perra se aparee, y se puede confiar en él. Lo único que tiene que hacer el dueño de la hembra es llevarla, recogerla y pagar la cuota.
Pero si usa un macho del lugar, quizá tenga que ayudar en el apareamiento, sobre todo si el macho es inexperto. Lo más probable es que el dueño del macho no sepa mucho acerca del apareamiento de los perros. Los dos tendrán que aprender cuál es la realidad de la vida canina.
Por lo general, el apareamiento se hace en la casa del macho. Hay varias razones para ello. Casi todos los machos se portan mejor a este respecto cuando están en un ambiente conocido. Y si se usa para otros apareamientos, el viaje afectará algunas veces su potencia o su ardor.
No le dé de comer a la perra el día que va a ser apareada. Pida al dueño del macho que tampoco le dé de comer a éste. El estómago lleno no favorece la actividad sexual, y lo mismo puede decirse de otros animales, aparte del perro. Hay que llevar a la hembra al lugar elegido para el apareamiento: el sótano, cobertizo o garaje servirán para ello, siempre que los perros estén relativamente solos (apesar del hecho de que estos animales copulan públicamente en la calle).
El macho dará en seguida señales de estar interesado y le olerá los genitales, moverá la cola y se excitará. Hay que observar a la perra. Si ésta da señales de nerviosidad o irritabilidad, es necesario hablarle y tranquilizarla. Si está dispuesta a aparearse, apartará la cola y se quedará quieta
Cuando la perra demuestra su deseo de aparearse, hay que dejar que el macho la monte. Primero, conviene dejar que lo haga a su manera, a condición de que no la monte por el extremo opuesto, lo cual sucede frecuentemente cuando el macho es inexperto. Si confunde la dirección, el dueño debe llevarlo al otro lado. Permítale hacer otro intento. Pero si está muy excitado y no sabe qué hacer, el dueño debe sacarlo afuera.
Quizá haya una diferencia física que impida el apareamiento. Así, por ejemplo, la hembra puede ser demasiado pequeña o demasiado alta. Si es así, el lector tendrá que poner el remedio. Por ridículo que parezca, tendrá que levantarla si es muy baja, o levantar al macho si éste es muy pequeño. En el caso de la hembra, el lector puede sostener el extremo trasero a la altura del macho. En cuanto al macho pequeño, se dobla una manta o un abrigo y se le pone debajo de las patas traseras.
Cuando el macho parece estar haciendo bien las cosas, pero no penetra en la hembra, hay que guiarlo. El mejor método es el de sujetar a la perra poniendo ambas manos debajo del vientre y mover el extremo trasero de ésta a la derecha o a la izquierda, o arriba y abajo, para facilitar la entrada del macho. En el apareamiento del ganado, los criadores suelen tomar el pene del toro y guiarlo a la vagina de la vaca. Pero el tamaño es un factor que hay que tener en cuenta en la reproducción del ganado, y no es posible seguir un procedimiento semejante con los perros. Hay que ser paciente y ayudar una y otra vez al macho.
Pero no conviene exagerar. Si el macho no penetra en la hembra después de una o dos horas, hay que darle un descanso. Al separar a los perros no se les debe dar agua. Y después ele tres o cuatro horas de fracaso, es preciso darse por vencido y llevar a la perra al día siguiente.
Si penetra en la hembra, el macho quedará “trabado”. Lo que sucede es que el extremo bulboso del pene del perro se agranda mucho. En la entrada de la vagina de la hembra hay un esfínter. Cuando el pene pasa más allá del esfínter y se agranda adentro, el esfínter sujeta al pene. El macho eyacula, pero no puede retirar el pene hasta que ha desaparecido la hinchazón. En consecuencia, macho y hembra quedan “trabados”. Sin duda, el lector habrá visto esta situación en la calle. Es la manera que tiene la Naturaleza de cerciorarse ele que haya fecundación.
El lector no puede hacer otra cosa más que esperar a que los perros se separen por sí solos. Por ningún motivo hay que apresurar el proceso, pues se puede causar daño grave a uno de los perros, o a los dos. Aunque pueda parecer una posición anormal para los perros, no les causa ningún daño. Lo único que tienen que hacer es pensar en otra cosa para acelerar el proceso.
Tal vez la perra se canse del peso del macho sobre el lomo y querrá tenderse en el suelo. No hay que permitirlo. Casi todos los perros bajan la pata derecha o la izquierda del lomo de la hembra, y de esa manera apoyan en el suelo dos patas del mismo lado. Si no lo hace el macho, el dueño debe obligarlo. La perra debe tener puesto el bozal de emergencia hasta que se separen. Tampoco hay que dejarla dar tirones innecesarios.
De vez en cuando, los perros trabados se dan vuelta y quedan con los extremos traseros unidos. Esta posición parece ridícula, pero puede ser dolorosa y hacer daño a los perros, sobre todo si uno de ellos empieza a arrastrar al otro. No debe permitirse que suceda esto.
Aunque el perro se aparee con la hembra el primer día en que se reúnen, será prudente reunirlos de nuevo al día siguiente. Si el lector apareó a la perra en la fase correcta del celo (nueve a catorce días), estará dispuesta todavía a recibir al macho. Después del último apareamiento, hay que tener encerrada a la perra. Seguirá animando a los machos, y es posible que se aparee de nuevo y tenga una carnada engendrada por más de un macho. Después de los veinte o veintiún días desde el principio del celo, la perra no querrá ya aparearse.