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Los pies caninos
Los pies caninos, aunque en realidad deberíamos referirnos a ellos como pezuñas o zarpas, requieren más cuidados de los que pueda parecer a simple vista, algo que además no solemos tener muy en cuenta. Dado que se trata de los puntos de apoyo del animal y un lugar por el que pierden mucho calor corporal, deben estar en perfectas condiciones higiénico-sanitarias.
Realmente las pezuñas caninas tienen varias partes que deben recibir unos cuidados específicos. El primero es la longitud de las uñas, que en el caso de los perros de ciudad suelen requerir cortes periódicos porque no se desgastan lo suficiente con el ejercicio. Por su parte, no hay que dejar de vigilarlas en los perros de campo, ya que si suelen pisar suelos blandos, también necesitarán cortes periódicos. El corte de uñas necesita ciertas precauciones, ya que hay una parte de la uña con vasos sanguíneos que no se deben cortar, por el riesgo de hemorragia. A este respecto, las uñas negras requieren mayor cuidado, ya que el pigmento impide ver hasta dónde llega el riego sanguíneo.
Luego estarían los dedos, que además de poder padecer alguna lesión, como su rotura, suelen acumular entre sí suciedad y restos vegetales, por ejemplo, espigas. Así, si el perro regresa a casa con los pies llenos de barro, hay que limpiarlos concienzudamente, ya que al secarse puede llegar a lacerar la piel. Por su parte, hay que retirar las espigas porque pueden llegar a clavarse en el tejido, lo que a su vez produce infecciones que requerirán la intervención del veterinario.
Por último y muy importante están las almohadillas plantares, que deben ser duras, oscuras y ásperas pero con cierta elasticidad. Si están sanas no muestran grietas o fisuras, pero no prestarles ningún cuidado puede acarrear que aparezcan partes desprotegidas, incluso con heridas sangrantes.
No obstante, cuando un perro está acostumbrado a un tipo de vida y a pisar sobre unas superficies concretas, lo normal es que no sufra ningún trastorno en esta parte de su anatomía, dado que sus almohadillas están adaptadas perfectamente a este entorno. Sin embargo, sí que hay que prestar una atención especial cuando se le cambia de entorno bruscamente, es decir, cuando no está acostumbrado a pisar nieve, arena de la playa muy caliente, asfalto en pleno verano a las horas de sol más intenso, al barro, etc., y se ve obligado a caminar sobre alguno de estos elementos.
Asimismo, las almohadillas pueden inflamarse incluso presentar ampollas si un perro camina en exceso y no está acostumbrado. Mucho más si esta larga caminata la hace sobre superficies potencialmente irritantes, que son, una vez más, la nieve y el asfalto muy caliente.
Por ello, al menor síntoma de cojera debemos hacer una revisión para determinar si sólo tiene una pequeña piedra entre los dedos, una espiga o un pincho clavado. En este caso se retira el objeto y se limpia lo mejor posible, sin olvidar volver a revisarlo cuando lleguemos a casa para comprobar que no ha empeorado, en cuyo caso hay que llevarlo inmediatamente al veterinario para que valore el alcance de la lesión.
Igualmente, la visita al veterinario es inevitable si las almohadillas están agrietadas o muy secas, ya que él nos recomendará el mejor tratamiento según el tipo de vida que lleve nuestro perro y sus características físicas.